No podría ser poeta,
porque nada sé
de anáforas, dilogías,
sinécdoques, métricas, rimas, etecé.
La poesía me sería peligrosísima, como soy,
empezaría cantando en alejandrinos
empezaría cantando en alejandrinos
y sollozando a soneto quebrado.
¿Dónde dejaría mi pudor?
Si brotase una lágrima
indiscreta
y rasgadora, quemándome el corazón,
al recorrer mi tez que aún es tuya,
¿dónde ocultaría mi pena sin métrica y ya casi sin cadencia?
Y cómo hacer, si se me fugasen las carcajadas
en redondilla, a mitad de una tragedia
o elegía, por el asomo de la locura
que tanto me libera en vivencias asonantes.
Y cómo hacer, si se me fugasen las carcajadas
en redondilla, a mitad de una tragedia
o elegía, por el asomo de la locura
que tanto me libera en vivencias asonantes.
No es apatía ni desdén, quizás aprendería,
pero en los versos no sabría cómo hallar,
la oportuna escapatoria hacia un personaje ficticio
que no me haya roto el corazón.
que no me haya roto el corazón.