Que en 2024 el amor predomine, para que se respete la vida y la integridad de todos en el mundo y poder sentir orgullo de ser humanos.
¡Felicidades!
¡Abrazos!
💕🥂🎇
Que en 2024 el amor predomine, para que se respete la vida y la integridad de todos en el mundo y poder sentir orgullo de ser humanos.
¡Felicidades!
¡Abrazos!
💕🥂🎇
Montaña y yo,
frío y yo,
nubes y yo,
aves y yo.
Desde lo alto, luce la ciudad quieta y amable, como casi no es.
La inmensidad abarca al frío, a las nubes, a las aves y suelta al yo, que de inmediato llega al fondo y se desinfla.
Feliz incidente, que al desaparecer el yo, sacó al alma de lo recóndito, para apreciar la inmensidad de la existencia, sin estorbos de yoyismo.
Antes de que termine este año voy a sacar lo que deseo perder. Todo lo que es muy grande y pesado cuando se guarda, pero insignificante cuando ya no está. Lo invisible que impide andar.
Porque la tendencia indica que el camino del dos mil veinticuatro será muy escabroso de principio a fin y creo que debo estar de lo más lista y ligera, si quiero cruzarlo con éxito.
Así que adiós negligencia, apatía, pesimismo, derrotismo, aburrimiento y derivados que tanto debilitan.
Respecto a lo visible, ya nada tengo que me estorbe o que atraiga a ladrón alguno, ni siquiera en mi persona.
Espero que sea la ocasión para que la gente sea más generosa, humilde y fraterna: amorosa. Menos ella y más nosotros.
Espero que esta vez tengamos menos motivos de decepción para ti. Aunque tú eres perfecto y todo nos perdonas.
¿No has pensado alguna vez dejar de ser perfecto?
Muy a menudo no merecemos tu perdón. Yo si he pensado que tu perfección ha sido tu defecto y nuestra perdición.
Todavía, a pesar de los resultados, no aprendemos a moderar el libre albedrío. Hemos sido tan ingratos que te negamos, te matamos o te sustituimos por otros dioses tan baratos que hasta se pueden comprar.
Hace falta que nos digas ¡Basta! Porque no sabemos poner un tope a nuestros defectos.
Espero, siempre espero. No me permitas que mi fe se achique. Es tanto lo que debo agradecerte, que mi pecho se alborota y los ojos se me humedecen.
Todo tengo contigo. Estás hasta en lo más mínimo que puedo percibir. Y lo percibo porque tú eres quien lo propicias. Solo tú.
Así se auto nombran. Desde barrios muy lejanos, llegan cada uno por su lado, todas las mañanas, a la cafetería de una gasolinera.
Parecían marido y mujer, pero resulta que son cuñados. Allí se reúnen para desayunar. A eso de las 6:30, máximo 7:00. Ella todavía con el pelo mojado, corto, rizado, veteado de rubio, canoso y negro, con mucha crema Nivea en su cara pecosa de sol y años, muy perfumada, limpiecita y su risa también muy clara y estruendosa que siempre la acompaña, o más bien es la risa la que la lleva o la arrastra. Él muy serio, con manos muy maltratadas, con cicatrices de todo tipo. Son de ancianos los dos.
Él lleva en topers el desayuno que le hace su mujer y ella patrocina los cafés, jugos a veces, tortillas o pan y se reparten. Lo que compre es el pase para poder comer en una mesa, lo que lleva el hombre y que recién les cocinó con esmero la hermana de ella.
La plática de lo que sucedió el día anterior, es el condimento. Ella siempre tiene historias, muy tenebrosas, de sus vecinos, de gente conocida, de su familia, de ella misma, de su marido que ya dejó de beber alcohol, desde que se juntó con ella.
El hombre solo la mira y la escucha, asintiendo y con alguna que otra interjección oportuna, poco deja ella para hablar, ya que es dueña de todas las palabras y muchas palabrotas también. Él se ruboriza a veces con las ocurrencias de ella, que no tiene límites.
Terminan su desayuno y salen a buscar su aventura, como dos chiquillos.
Van a unas colonias cercanas de ricachones en donde se ofrecen a pintar las casas, a barrer, arreglar jardines o cualquier arreglo de fontanería, electricidad, hacer mandados. De todo. Tienen toda la clientela que sus fuerzas les dan.
Para las 5 de la tarde terminan su faena y regresan a la cafetería para comer una torta, tamales, tacos o un sándwich y pan dulce. Ríen mucho con las "charras" que ella cuenta de lo que pasaron en la jornada. Se reparten al 50 y 50 las ganancias y, en la puerta, se despiden para el día siguiente, también riendo.
Ella es la prueba de que feliz se nace, se vive y se muere, quien así es, aunque no haya ningún motivo para serlo. Pues a toda tragedia, que las tiene a diario, le encuentra el chiste.
Allí van Los Chirimikis, a risa y risa cada mañana, cada día, cada tarde, hasta que el cuerpo les aguante y sus manos sigan fuertes, con las ganas de que sea por muchos años más.
Desconocía la palabra y es muy acertada.