Hicieron una
gran fiesta en el primer pueblo, en el que instalaron los primeros faroles de
alumbrado público, de toda la historia. Y, mediante una votación -dando
relevancia al aprecio y renombre- designaron a los encargados de encender y
apagar manualmente, cada día, el interruptor instalado más cerca de su casa.
Eligieron a sus suplentes, para las vacaciones o cuando no pudieran hacerlo, solo por causas de fuerza mayor, no pudiendo ausentarse por más de una semana. Falta que se calificaría como grave, ya que el cargo representaba un honor para cualquier jefe de familia.
Cuentan que durante quince días, un encargado se desentendió de su tarea, sin notificación alguna, pues se prendó de una bailarina que llegó con una caravana de artistas. Ni su suplente, ni los vecinos lo ayudaron, ya que no estaba permitido hacerlo, siendo que no presentó un justificante por escrito de sus ausencias, como estipularon en el reglamento que redactaron ante notario, el día de las asignaciones. Sin derecho a ninguna defensa, lo destituyeron.
Y su esposa lo abandonó, porque el mantener esos días su luz apagada, la llenó de vergüenza, dando motivo para que se corrieran por el pueblo todo tipo de rumores…
A ella, quien sobradamente sabía las razones, pues “la esposa engañada, aunque sea la última en reconocerlo, siempre es la primera en saberlo”, no le importó tanto el tropiezo y que llegara casi al alba, ya que hacía tiempo que la relación entre ellos era más bien simple apariencia, “que por los hijos” y demás…
Lo que no pudo perdonarle fue: Que todos los vecinos se dieron cuenta de que no había encendido su farol: ¡Eso sí fue una falta de respeto imperdonable para ella!
Así que sin ninguna contemplación, lo abandonó y después el señor también huyó del pueblo, pues lo repudiaron desde ese incidente.
Para evitar ese tipo de problemas, después inventaron el alumbrado público automatizado.
Eligieron a sus suplentes, para las vacaciones o cuando no pudieran hacerlo, solo por causas de fuerza mayor, no pudiendo ausentarse por más de una semana. Falta que se calificaría como grave, ya que el cargo representaba un honor para cualquier jefe de familia.
Cuentan que durante quince días, un encargado se desentendió de su tarea, sin notificación alguna, pues se prendó de una bailarina que llegó con una caravana de artistas. Ni su suplente, ni los vecinos lo ayudaron, ya que no estaba permitido hacerlo, siendo que no presentó un justificante por escrito de sus ausencias, como estipularon en el reglamento que redactaron ante notario, el día de las asignaciones. Sin derecho a ninguna defensa, lo destituyeron.
Y su esposa lo abandonó, porque el mantener esos días su luz apagada, la llenó de vergüenza, dando motivo para que se corrieran por el pueblo todo tipo de rumores…
A ella, quien sobradamente sabía las razones, pues “la esposa engañada, aunque sea la última en reconocerlo, siempre es la primera en saberlo”, no le importó tanto el tropiezo y que llegara casi al alba, ya que hacía tiempo que la relación entre ellos era más bien simple apariencia, “que por los hijos” y demás…
Lo que no pudo perdonarle fue: Que todos los vecinos se dieron cuenta de que no había encendido su farol: ¡Eso sí fue una falta de respeto imperdonable para ella!
Así que sin ninguna contemplación, lo abandonó y después el señor también huyó del pueblo, pues lo repudiaron desde ese incidente.
Para evitar ese tipo de problemas, después inventaron el alumbrado público automatizado.