Cierto día, iba caminando con un amigo, por el centro histórico de ciudad de México, al dar la vuelta en una esquina, nos topamos con un amigo mutuo de quien íbamos hablando. Nos causó risa y mucha más sorpresa. Por ser tan poca la probabilidad, de un encuentro espontáneo, con quien no habíamos acordado encontrarnos, en una de las capitales más pobladas del mundo, dentro de aquel mar de gente que transita siempre por el centro, y más asombroso porque él no vivía en la capital y andaba de vacaciones.
Por situaciones como esa, imagino que los seres humanos somos como el “sistema planetario”. Nos vamos relacionando los que transitamos dentro de las mismas órbitas. Al compartir pasiones, intereses, ideales, sueños, surgen las referencias de los otros, y coincide que ya estaban considerados como parte de nuestra tripulación, durante la travesía por la vida.
Es muy frecuente que un amigo mío en este lugar, conozca a un amigo tuyo en otro lugar. O que un amigo mío en tu lugar, sea también amigo tuyo, aunque no hayan sido presentados por nuestro conducto. Nos relacionamos con las mismas personas. A menudo nos enteramos que hemos andado en los mismos sitios, en las mismas épocas, con la misma gente, sin habernos conocido antes. Quizá porque aún no era el momento propicio.
Vamos, cambiamos de sitio, regresamos ¿Regresamos? Tal vez no regresemos, sino que simplemente nos apeamos donde empezamos a girar. Llegamos al punto de partida, que para esto ya es un nuevo punto, aunque sea el mismo, pues todo está en constante cambio, mutante.
Viéndolo así, existen personas en la vía láctea (multitud) que jamás vamos a conocer, porque sus órbitas están a miles de años luz de las nuestras, como si pertenecieran a otros sistemas. Igual que es muy poco probable que lleguemos a relacionarnos con personas de otras órbitas, dentro del mismo sistema planetario.
Decimos: “no es parte del círculo”, “cada quien en su círculo”, no por segregar o segregarnos, no como un grupo cerrado, cuando más bien es elíptico. Pues pertenecer a un mismo círculo sería, si solo nos relacionáramos por categorías: planetas con planetas, cometas, con cometas, etc. Que aplicado a los humanos se trataría de los niveles, categorías, jerarquías, ya que sí existen grupos que solo se relacionan con sus similares, los de su “clase”. No es de lo que me ocupo. Sino de las personas, que aun siendo de diferente naturaleza, viajan en la misma vía de órbita…
Todos alrededor del sol, que sería: la luz, el amor, Dios. Y los seres humanos desperdigados por el mundo, unos con características de planetas, planetoides, planetas enanos, satélites, cometas, asteroides. Con una amplitud de vía y un espacio interplanetario que no nos permite salirnos de nuestra órbita… Aunque pensemos que lo hacemos, los más rebeldes. Por más que oscilemos, siempre quedamos en el mismo canal al que pertenecemos desde que nacemos. La interrelación puede darse entre las diferentes clases y niveles, pero dentro de la misma órbita.
Los otros que pertenecen a la misma órbita que nosotros, así sean asteroides o planetas (del tamaño o categoría que sea), están mucho más cerca de lo que imaginamos, hemos transitado los mismos caminos, sin mirarnos ya hemos estado juntos en otras ocasiones, la conciencia ha estado aguardando el momento adecuado para los encuentros reales, aunque no sean precisamente cara a cara. Es por lo que nos sentimos tan cerca de personas que están lejos, mientras que sentimos lejanos a otras personas que tenemos cerca, pero que pertenecen a otras órbitas, determinadas por los pensamientos, ideales, objetivos, metas, independientemente de los entornos...