¡Lo siento! quería llegar, con la confianza de siempre, encontrarte en el jardín, donde jugamos la simpleza, que nos hace más vivos que todo lo demás, al compartirnos el amor. Cantarte muchas piezas, las más posibles, muy suavemente, para no registrar la afonía de otras veces, que igual nos divierte a los dos. Tu alegría me gusta, tu risa me gusta. No te lo he dicho, mas tú lo sabes, porque al estar contigo, sonríes con la boca, con los ojos, con toda la piel: ¡Total!
Ese día, en que me esperabas, me hubiera gustado llegar con amigos, los mejores, para llenarte el alma de compañía y belleza de muchos colores. Conviviendo, como lo hemos hecho tan seguido, en los ratos, que usamos para decirnos, acariciarnos y consentirnos a muy corta distancia; solo con la mirada y la mente, haciéndonos correr por las venas, torrentes de armonía incontenible, hasta derramar algunas lágrimas, por tal plenitud.
¡Disculpa! me viste como tú no me sabías, me viste pasar por encima de ti, gritando, ignorándote... de-ján-do-te, como si fuera un desconocido, ferozmente egoísta y veloz. Yo solo alcancé a ver tu miedo, desolación... abandono, cuando apretaste los labios y las manos, bajaste la cara, como haces al llorar ante los irremediables.
Ojalá comprendas, que de no ser así, no hubiéramos logrado la desbandada, en ese frente frío que nos llegó sin previa señal. Fue la única alternativa posible, para intentar llegar al sur, y salvarnos casi todos los pájaros. Te confieso, ¡casi todos! Yo quería... ¡No desesperes, mi bien, que abril llega más pronto que la ausencia!