Desde el origen de la lengua se conocieron, pero no podían relacionarse, por falta de
concordancia o similitud, a pesar de su atracción latente.
Él era un vocablo
enérgico y según como se presentara en una redacción, podía ser muy categórico e
irrefutable. O al amistarse con ciertos vocablos, era más potente, con significado fuerte, profundo
y definitivo.
Ella, una palabra tierna, suave, con delicioso carácter,
realzaba incluso la oración más simple, sin perder su firme definición. Preferida por muchos poetas.
El vocablo fue
sintiéndose atraído por esa palabra, incluso intuía su aparición en cualquier texto, desde la exquisita redondez del último trazo de su letra inicial. Esa atracción fue aumentando, pero, imposibilitado
de vincularse por sí mismo con ella, esperó,
aferrado a su única alternativa posible, estar muy visible y a la mano, cada vez que
escribieran aquella palabra.
Pasaron muchas épocas y corrientes, hasta que un escritor
los unió sin querer. Provocó magia semántica, que desató el antagonismo de los mejores
especialistas y críticos convencionales, renuentes a esa unión, frente a la apoteosis y rebatiña de los lectores tras
el libro, para constatar que allí estaban esa palabra y ese vocablo unidos por
primera vez.
Ante tal revuelo, el vocablo y la palabra se quedaron solos, se besaron, con la dulzura que nunca imaginaron durante los siglos
de espera. Se correspondieron como nadie había creído que fuera posible, con
todo su significado tácito.
El hechizo de la
libertad, por fin les permitió amarse en muchos capítulos y otros libros y a
iniciativa de ella, ¡hasta en diccionarios!, para incomodar a todos los vocablos
y palabras sumisas, y de paso vengarse un poco de las palabrejas, que antes mezquinamente
le aseguraban tener idilios con su vocablo, en cualquier vuelta de hoja. Lo que
siempre fue falso.
Sin embargo, los vocablos y las palabras imitaron su intrepidez
y escaparon del olvido y el encierro, en que les sumieron, los inhumanos que controlan
con el absurdo de su hipocresía letal, para impedir que alguien les diga lo que
son. –Pero ese es otro tema-
Fueron recobrando sus
intenciones y cumpliendo sus funciones originales, mostrando toda la hermosura de su desnudez sin
censura, libres de relacionarse y expresarse, con esplendor multicultural.
La palabra y el vocablo decidieron vivir felices en un lugar común.