A veces no salen las palabras. Encuentran la manera de descansar en alguna caverna cómplice o simplemente se me vuelan, en cualquier descuido, al arreciar el viento, copiando a las aves, que siempre están emigrando... buscando un resguardo un poco más firme. Aunque también he llegado a pensar que las aves se han inventado su mito, para justificar un espíritu aventurero, nómada o inconforme.
Lo peculiar, es que me parece muy agradable el vacío que me provocan las palabras no pronunciadas y contradictoriamente, las extraño. Es una horadación dentro del pecho, que siento como si fuera la onda que se crea al lanzar una piedra en el lago, y va extendiéndose más y más, hasta llegar la angustia, que culmina en la recuperación súbita de las palabras extraviadas.
Nunca he logrado investigar, como es que hacen muchas personas, para hablar y hablar sin que sus acompañantes pierdan el interés en lo que dicen, quedándose tan atentos, recibiendo esas avalanchas de palabras casi sin parpadear, por quienes siento una gran envidia.
He estado absorta en un estado como hipnótico, catatónico, en que las palabras me han sumido, mediante el cual han logrado dominarme. Para ellas huir con total desparpajo en mi presencia y sin que yo pudiera hacerles ni un reproche, ni súplica, ni siquiera un ¡no me abandonen! A saber cómo las palabras se las han apañado, para traerme y distraerme con una gran cantidad de imágenes, ¡zaz, zaz, zaz!, una otra y otra y más, que es una situación tan ridícula. Pero... es la verdad, eso me ha estado sucediendo, ya veo amaneceres, atardeceres, pajarillos, cielos, bosques, caballos, jaguares, playas, arenas, gente de todas edades, flores... Y yo, incapacitada para hablar, en total mudez. Ni una sola palabra disponible para empezar a decir todo eso que he visto y que pienso.
Siento un cosquilleo, sé que allí andan dentro de mi garganta, me retumban sus pasos y sus brincos de un lado a otro, por encima de todas mis cuerdas vocales, las tocan y las maltratan como si fueran las de una arpa desafinada y caduca. Escucho sus risas al mofarse de mí. Están muy cercanas, pero cuando quiero sacarlas, vuelven a esconderse, corren hacia atrás, a la altura de las orejas, suben a la mente, resbalan por el hipocampo con toda agilidad, quedándome laberínticamente inalcanzables.
De todas formas, confío en que ellas saben que les llegará la hora de ser requeridas y por mucho que se opongan, tendrán que venir a rendirme cuentas, a cumplir con su función ¡como su dueña que soy! (lo digo en tono muy imperativo para ver si logro intimidarlas) No pido demasiado, solo las mías, las básicas, las que venía usando desde siempre, para poder decir casi cualquier cosa, o decir ya por lo menos..."algo". Ni siquiera muy rebuscadas, solo palabras, las de diario, para poder describir con naturalidad cualquiera de las imagenes en que me atraparon ellas mismas, para aprovechar mi imposibilidad e irse de juerga ¡Tendrá que acabárseles el juego... eso espero!