Hay árboles que prácticamente crecen solos, derechos, frondosos.
Hay árboles a los que hay que poner sarmiento y algunos o muchos amarres, desde muy chicos. Porque son tercos, caprichosos, anárquicos.
Hay otros, que desde que son una mata, hay que estar guiándolos constantemente, a costa de bastantes rasguños, cortaduras y dolores de cabeza. Nos agreden siempre que tratamos de guiarlos. Hay momentos en que uno quisiera desistir y extirparlos, hacerlos leña.
Pero después de mucho tiempo de gran constancia, cariño, cuidados con estrategia y paciencia, crecen hermosos. Coordinados, sin ramas rastreras, ni retorcidas.
Allí, para que luzcan su belleza, hay que seguir con el entorno, vigilar, remozar, limpiar, corregir, retirar, mantener.
Hasta saborear su fruta o admirar sus flores. Pero hay que seguir podando, nutriéndolos, fertilizándolos, hidratándolos, evitándoles todo tipo de plagas. Un día constituyen un precioso hábitat para las aves y nos llena el corazón, una gran satisfacción, cuando ya nos brindan su sombra, cobijo y amparo.
...
Vino un día una amiga, a llorar conmigo por los desplantes y groserías de su hijo adolescente.
Yo estaba en el patio con mis tres árboles y la invité a acompañarme. Cuéntame, en lo que termino de amarrar estas ramas. Y me tardé más de la cuenta a propósito. Para que ella se desahogara a gusto.
Terminé y me senté a su lado, mientras bebíamos limonada y me desinfectaba los rasguños... ella me pidió consejo.
Luego de un largo silencio...
"Verás lo derechitos y hermosos que crecerán." Le respondí.
Aconséjame. Aunque tú no sabes lo que es batallar, porque tuviste mucha suerte... tu hija te salió muy buena.
Sí, he tenido mucha suerte, reí muy divertida... es muy buena hija.
Me preguntó mucho, y yo le respondía refiriéndome a los árboles. Sobre sus características y lo que hacía con cada uno.
Se fue desahogada, pero muy insatisfecha, sin el discurso de consejos que buscaba. Incluso me dijo molesta, vengo otro día en que no estés tan ocupada con ¡Tus árboles!
Siempre que quieras. Estoy disponible y sonreí. Me felicité por no haberme soltado con mi perorata educativa y señalándole sus errores, que hubiera querido decirle, Jajaja. Estás madurando, Sara Olivia. Me dije, a solas.
... Mucho tiempo después, me dijo: ¡Acabo de entender!. Me caiste tan mal cuando te busqué... Será muy doloroso, pero creo que todavía podré amarrarle algunas ramas y podarle otras. Pero de que lo enderezo, lo enderezo. ¡Y ya amarré las ramas de mi higuera también!
...
Las nuevas generaciones, de las que a veces nos quejamos, no se criaron solas. Son lo que les permitimos.
* Es mi regalo navideño con todo cariño para las mamás primerizas, en especial para mi sobrina Celeste, para mi hermanita Raquel P.R. y para mi niña querida Volboretinha, que están en el proceso de la nueva maternidad. Deseándoles que sean igual o más "suertudas" que yo. Las quiero inmensamente a las tres.
Y en agradecimiento a mi amada hija, por existir.