Los pasajes del pasado, se quedaron grabados en nuestra memoria, enmarcados en los sitios, con aromas, colores, texturas, dimensiones. Las casas: nuestra y de nuestros amigos, las calles, edificios, establecimientos, tiendas; cines, parques, los rostros de la gente, con sus gestos, las formas de caminar de expresarse, las voces. Las palabras, muchas de ellas que ya ni siquiera usamos.
Donde nos reuníamos toda la palomilla, de niños, en las tardes... el olor y la apariencia del barrio en tiempos de lluvia, tan diferente al invierno. Y cada estación traía su propio aroma agregado, muy diferente. Donde nos pillaron haciendo cada travesura. O de lo que hicimos nuestra guarida, cuando nos peleamos con todo mundo, o porque nos regañaron y queríamos llorar en privado, o simplemente holgazanear plácidamente, viendo las horas caer con desparpajo una tras otra.
Todas esas cosas que quedaron atrás, que recordamos sin poder evitar sonreír, permanecen impregnadas con gran parte de nuestra esencia, cada elemento que conformaba aquel entorno, que muchos de nosotros quizá no volvimos a ver, ni a pisar, ni a frecuentar, porque nos mudamos, porque el destino es así.
¿Cómo son los recuerdos de quienes han vivido siempre en el mismo sitio?
Podrán compararse con la espectacularidad de los recuerdos de quienes se fueron, pues los que estuvieron presentes, cuando derribaron aquel árbol preferido y tan confidente; cuando construyeron en el terreno donde jugábamos fut, cuando derribaron la casona de los espantos, en la que tocábamos y corríamos para no escuchar las amenazas de don Heliodoro, que nos aborrecía.
La casa de la esquina, en cuya barda al ejecutar un doble giro hacia atrás, alguien se fracturó un brazo, jugando a las Olimpiadas. En la misma casa, donde nacían hongos, para que los duendes se agazaparan y que tanto espantaban a las abejas, a los insectos más pequeños y de paso a nosotros...
Qué sucede con los recuerdos de quienes se quedaron y presenciaron cada uno de los cambios, ¿acaso se les habrá fugado con las demoliciones o quedado atrapada entre los muros de las nuevas edificaciones, la fantasía de los episodios, que el alejamiento conserva magnificados?
Los recuerdos no pueden destruirse, a veces ni siquiera cuando la persona desaparece.
ResponderBorrar¡Nos trascienden, son indestructibles ! No había caído en cuenta de esa otra propiedad de los sueños, gracias por hacerme verla.
BorrarBesos y aníses.
Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces.
ResponderBorrarEs muy rico recordar todo eso.
BorrarAníses y un beso.
Cuando vives en lugares distinto como es mi caso, los recuerdos vienen casi todo el tiempo, sobre todo de mi infancia, que se van poniendo mas lindos y mas buenos, en lo que recuerdo de mis entrañables recuerdos.
ResponderBorrarUn abrazo!
Coincido contigo en que se ponen más lindos y buenos conforme pasa el tiempo.
BorrarAníses con abrazo.
Me has emocionado, va en serio, porque el tema de la materia del recuerdo y de la emoción siento que tienen mucho que ver conmigo. Yo, que sé y procuro no olvidar que todo es pasajero, que no existe nada eterno, y que estamos y no estamos, siempre he necesitado la evidencia del lugar, del sitio, de anclarme en él. Mi infancia transcurrió medio en BCN, medio en un pueblo al que voy de tarde en tarde... pero voy. Y pasear por sus calles me remite a mí mismo. Por eso tu entrada de hoy me ha parecido con un punto triste, porque planteas algo que sólo se puede plantear o una persona especialmente sensible, o alguien que ha vivido muchas cosas y que tiene muchas nostalgias repartidas en las cosas, en los objetos, en los árboles...
ResponderBorrarGracias, tu comentario me ha emocionado... pues sabes muy bien de lo que se trata. Dices: "siempre he necesitado la evidencia del lugar, del sitio, de anclarme en él." Esto sucede más, cuando más nos movemos de lugar.
BorrarTe deseo que disfrutes mucho de tus paseos cuando vayas a ese pueblo entrañable, es algo delicioso.
Abrazo con anís.
Ah! los recuerdos.... Cuando tengo oportunidad de encontrar a mi gente, con la que me crié allá en el campo, recordamos lugares, juegos, andanzas y volvemos a ser los niños de entonces.
ResponderBorrarBesos anisados querida amiga.
Qué millonaria te has de sentir cuando ves a esa gente de tan bellos tiempos: libres, despreocupados, llenos de sonrisas y carcajadas. De camadaradería, de abrazos.
BorrarBesos anisados querida amiga.
Tengo la suerte de haber vivido en varias casas y de cada una de ellas guardo diferentes olores y colores... las risas y las lágrimas han ido conmigo en cada cambio, por eso no las extraño. Pero soy de presentes... los recuerdos procuro dominarlos para no dejarme dominar por ellos en momentos inadecuados
ResponderBorrarabrazos para ti :)
¡Ay! que buen punto has tocado. Yo no me las he llevado (las lágrimas y las risas)... Se han quedado en cada sitio. En el nuevo sitio se generan las nuevas.
BorrarAníses con mi abrazo.
Los recuerdos, son en muchas ocasiones quienes mejor nos acogen cuando estamos necesitados de ternura y cariño. Lo has expresado muy bien Sara, es verdad que hay un punto de tristeza en esos recuerdos evocados, pero muchas veces esa triteza que parecen evocar los recuerdos no son más que la nostalgia y la añoranza de saber que un día fuimos felices.
ResponderBorrarPrecioso Sara.
Un fuerte abrazo
¡Son una maravilla! un recurso al que podemos acceder sin siquiera tener que dar clic con el mouse. Mñas simple que eso. Cuando estamos felices, se aparejan a los momentos felices de antes. Cuando estamos tristes, son una medicina muy dulce.
BorrarUn fuerte abrazo con anís.