No, gracias. Así seguiré

En cuanto se enteró de que el viento se llevó mi casa, me buscó para entregarme las llaves de la suya, que cerró al enviudar e irse a vivir con su descendencia.

-Es tuya. (Hay amistades así).

Tardé (a mí me lo pareció) muchas noches y menos días, luchando por tomar valor... cavilando sobre esa estupenda opción. 
...
- No, gracias... ten tus llaves. No... no podría, no puedo.

Lo comprendió sin pedirme un solo porqué. Seguro a ella le pasó igual, para llegar a la decisión de mudarse. Ella debió haber visto, cuando echó el cerrojo...

Que mi feliz infancia se había quedado a seguir viviendo en su casa, junto a todos los familiares que habían partido también, antes que su marido...

Imposible me iba a resultar, sopesar ese presente que yo sufría entonces, con aquel pasado maravilloso, tan de cerca y sin que me produjera estragos, ni desdoblamientos raros, que de por sí, ya me atribuían algunos enemigos.

Regresé a seguir viviendo debajo del árbol, desde donde volé y volé, hasta llegar a este páramo, en donde yo soy su color; sin lo que al viento pertenece: todo -ahora lo sé- y le agradezco mi gran libertad, más lo implícito en "gran", que gané con su violento desplante.