No lo querían.
Ignoro el porqué
y lo podaron una y otra vez,
con imprudencia
para secarlo.
Trataban de frenar
a toda costa
su desarrollo,
con métodos muy letales.
Se les hizo costumbre
truncar su destino.
Pero el árbol sobrevivía,
persistía,
muy recto,
muy robusto,
muy bondadoso,
dando vida y sombra
a quien fuera.
¿Cómo! No podían soportar
su vitalidad, generosidad
y resistencia.
Entonces lo cortaron al ras,
se diría que lo talaron.
Satisfechos se fueron
convencidos
de haberlo eliminado
y lo olvidaron
muy pronto
cómo si de nadie
se tratara.
Volvió a brotar
desde la raíz.
Más recto,
más noble,
más agradecido
¡Libre!
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