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jueves, 27 de enero de 2011

Almas de Aerosol


Amanecen acurrucados, a la luna, al polvo, a la calle. Con el spray en la mano, cómplice opinador de bardas y paredes, que gritan las inscripciones, a todos los transeúntes. 

 

De día hacen de franeleros,  de vendedores en los cruceros, de cuidadores de coches, de pordioseros, de indigentes. Casi todos de ladrones, viendo la oportunidad. Juntan de peso en peso, para sus pases milagrosos, que les dejen llegar al final de la jornada, al sitio sin hambre, sin frío, sin odio y sin tantos temblores. Se comparten todo, entre todos los “brodis”.

 

¡Allí están siempre! Cada moretón, cada arruga, cada deformidad, cada temblor, cada mirada de desprecio, los desquitan cuando están bien arriba, contra todo lo que encuentran, contra las latas vacías de spray que suelen explotar. Celebrando el estruendo, con risotadas irrefrenables.

 

No le hacen daño a nadie, si no es necesario. Quisieran estudiar, tener un mejor trabajo, no recurrir a la droga para sentirse bien. Pero es lo único que conocen, desde chiquitos, desde que hicieron su familia entre ellos. Desde su primera huída, desde su primer grito recibido, o el primer golpe mal puesto. Desde que pisaron mal el mundo.

 

Dejan testimonio en cada pared, si está limpia y recién pintada ¡qué mejor!, como si fuera un lienzo preparado especialmente para ellos. Aprovechan la noche o cualquier momento en que la gente no los ve… La gente nunca los ve, aunque los tengan de frente. 

 

Por eso, ellos firman, así se burlan, así existen, en las paredes que manchan, igual como a ellos les mancharon sus vidas, con el permiso de todos. Ojo por ojo, igual a humillación por graffiti. ¡Su chida venganza! Y la barbarie continúa... No me refiero a ellos, sino a nosotros,  ¿a quién le importa?... Silencio... Nadie dice: ¡Yo!, como siempre, como con  toda la inmundicia que tragamos a diario. Parece que ya nos gusta.

2 comentarios:

  1. Esas pintadas son el grito de los marginados, el aullido de los excluidos como perros. Síntomas que denotan males con los que nos hemos acostumbrado a vivir. Los cuerpos enfermos terminan por tener también insana la mente. Y así es la sociedad que, en lugar de arreglar las cosas, prefiere seguir adelante a toda costa dejando tras de sí una estela de desheredados, enfermos y enloquecidos a la cola del yate del lujo y la opulencia.

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  2. Eso, tal como lo describes. Son la voz de los más despojados.
    Un abrazo.

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