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martes, 29 de marzo de 2011

Jessica en Central

 

¡Nadie quiere jugá commigo! Y yo sí sé jugar al pon…do, tre, cinco, pon ¡Te gano!, uno, cuatro… ¡otra ve!  ¡Voy a jugar a otra cosa!, a mitad de la calle.  Recorre  la acera de un lado a otro, alternando sus pies, saltando. Arriba, abajo, iquierdo, derecho, la, la, la, canta. 

Sus rizos cafés, dorados, amarillos, por antojo del sol, se alborotan contentos también, con tanta agitación.

– ¡Ay! no veo, aprieta los párpados, luciendo más enormes sus pestañas rizadas. Gira y gira y gira. ¡Ay me caigo!, se cae. Mira alrededor y sonríe, simulando que no le dolió el sentón, se soba discretamente.  Entra corriendo a su casa.

Regresa con una cuerda. – ¡No le voy a preta’ mi suiza!, se aproxima al grupito de niños que la ignoran.  Ríe a carcajadas, alardeando que se divierte mucho. – ¡Ay que rico!, ¡dale! ¡Ma’ fuerte!, se descoordina – ¡Me troqué, pero yo sí sé! Vuelve a intentarlo, logra saltar en un pie, pero se le enreda la cuerda. – ¡Aich!, se estruja el vestido y fastidiada, arroja la cuerda hacia un cerrito de arena.

Repite sus recién estrenados saltos en un pie, para llamar la atención. Se sofoca y para. Sigue hable y hable, cante y cante, se acomoda el cabello y se limpia el sudor, rubricando su cara, con la mugre de sus manos. Sonríe y me mira de reojo. Le correspondo y finge que no se da cuenta.

Ahora elige el cerrito de arena. Se sienta en cuclillas, se recoge el vestido para tener más libertad de movimiento, dejando ver sus calzones, muy holgados y sucios.

Explora en la tierra con una rama – ¡Bichito, bichito! ¡Que lindo! ¡Te voy a bañar!, le cierne puñados de tierra. El cangrejo queda atrapado. – ¡No sea’ flojo, muévete, corre! ¡Ah tiene jambre!, consigue insectos y conchitas, se los acerca con la rama – ¡Dale! ¡Come! ¿No te gusta?, arranca pétalos y hojas de una maceta. – ¿Y ensalá? 

Lo señala con el dedo índice: – ¡No te voy a dejar salir a jugá con tus amigos si no comes!  El cangrejo no reacciona, la mira desconcertado. – ¡No te  duermas! ¡Qué pesao que tú ere!, suspira decepcionada y lo abandona. 

Insiste con los demás niños – ¿Juego con utéde?, casi inaudible. La ignoran.  Se sitúa en medio. – ¡Hate pa lla Jessica, que etá en la base! ¡Vete pal gao con mami!

Aprieta los labios, infla las mejillas y bufa. – ¡Mira, ven acá,  No me mire tan atravesao, No te ponga brava y hame caso cariño!, su hermano le da un par de palmaditas en la cintura para alejarla. Cierra los puños y se retira indignada: – ¡Caballero, pero si yo sí sé jugal! ¡Ño! Todos se ríen de ella.

Le brillan los ojos, pero su orgullo paraliza las lágrimas al sentirse observada. Sigue rezongando otras cosas ininteligibles.

Muy garbosa y despacito, como si contara los pasos, torneando cada músculo de sus piernas, se me acerca, pero se detiene.  Echa un vistazo al terreno, frunce el ceño y humedece sus labios gruesos, pestañea pensativa, se coge la cabeza. Decide jugar con  piedras.  La gata se le acerca. – ¡Niña, etoy ocupáa!, ¿que no ves? ¡No puedo jugá contigo!, le grita. La gata la rodea, la observa, le ronronea. – ¡Quítate que etorba! La gata insiste.  Jessica crispa los dedos y la amenaza – ¡Te voy a dá  una entráa a palo, que tú sabe! La gata chilla y huye despavorida.

La niña retoma su primer juego, no está conforme, arrastra los pies para hacer ruido.  Recoge su cuerda y la moja en el grifo del portal de su casa, se enjuaga las manos y bebe sorbitos.  El agua que le salpica, le dibuja caminitos en sus brazos maquillados de tierra y mugre.

Azota su cuerda en el piso para exprimirlo. – ¡Listo! Dispuesta a brincar de nuevo, ve  una piedra de yeso, por donde dejó al cangrejo, la toma y hace trazos en el piso. No le agradan, los borra, los tacha, intenta una y otra vez. Hace una mueca, jadea con hastío, lo piensa, hasta que se  decide…

– ¿Tú sí sabes jugar al pon?, ¿me dibujas uno? y me entrega su gis.

– ¡Claro, yo si quiero jugar contigo al pon! La alzo en brazos y le beso la mejilla salada. Rechaza el gesto y me obliga a bajarla.

– ¿Po qué tú me quiere tanto, si ni me conoce?, me dice y corre a su casa. 

  
* Fotografía del  recuerdo de una tarde en Cuba.

6 comentarios:

  1. WOW... ¡Vete pal gao con mami! ESTO ME RECUERDA MUCHOS MODISMO DE MI TIERRA... ESE ACENTO SIN S DONDE VAN Y CON S DONDE NO VAN... ESE ACENTO CARIÑOSO, CORDIAL, A VECES ALTANERO, PERO TOCA ESA FIBRA DE MI NIÑEZ...
    ACERE, QUE ME HAS HECHO RECORDÁ MI PUBERTÁ JAJAJAJA
    ABRAZOS Y SI QUE TE ENTIENDO... PERO TENDRÁS QUE CONTARME MAS DE ESA TIERRA QUE TE DIO FELICIDAD.
    BESOS
    CARLOS

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  2. Jajaja! el amor mi niño, el amor....
    Besos.
    p.d. ¡qué volá compay!

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  3. Qué personitaaaaa más lindaaa eres.

    Besines utópicos, Irma.-

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    1. Somos un par de tesoros mi querida Irma, jajaja!
      Feliz de conocerte.
      Besos.

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  4. Ver jugar a los niños así, en la calle, con la tierra, las piedras, los bichos y los palos, llenos de churretes y polvo y costras en las rodillas... me devuelve a una infancia lejana. Esa imagen ya es muy rara en España, los niños ya no juegan en las calles pues las ciudades se pensaron para el tráfico rodado y los padres no se aventuran a dejarles solos y a su aire. Guarderías, escuelas y miles de actividades ocupan hoy el ocio de los niños que antes era el libre juego y ahora es la actividad (educativa o no) pero vigilada. Los niños ya no son pájaros libre en su infancia, sino avecillas en jaulitas de oro. Como si su destino fuera pasar el resto de su vida en libertad condicional.
    Un abrazo.

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    1. Acá ya tampoco es posible que los niños puedan andar libremente. Me deja muy mal esa última frase de tu comentario. Así es en realidad.
      Un abrazo.

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