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martes, 8 de marzo de 2011

Si bien dijéramos...


Las palabras tienen poder y de su uso exacto, surge nuestro equilibrio. Siempre están presentes, al relacionarnos con los demás y en nuestro diálogo interior. Las palabras que emitimos, reflejan el contenido de nuestra alma y la calidad de ese contenido.

Ellas nos delatan constantemente, hasta en el diálogo más breve. Por ejemplo, nuestras exclamaciones, como desahogo ante situaciones sorpresivas, pocas veces son afables.  Resulta muy gracioso, que hasta las personas más propias,  ante una eventualidad, dejan escapar todo tipo de improperios inconscientemente.

Gracias a las palabras, sopesamos pensamientos, contextos y sentimientos. En su significación, se establece la intensidad, clasificación y diferenciación de todo, incluyéndonos en ese proceso calificativo los demás y nosotros si nos analizamos honestamente.

Las palabras tienen edad, dirección, intención, color, aroma, temperatura, sabor, cuerpo… Evocan y provocan todas las emociones y reacciones, para dar sentido a cada vivencia. Cada una que expresamos, nos define y evidencia el material del que estamos hechos.

Si la existencia humana es producto del amor, hablemos entonces con amor, que es belleza, perfección, vida, felicidad. Por qué oponernos a los acuerdos, a las concordias; obstaculizando el flujo natural de expresiones de amor, si hilvanan a ellas, los actos precisos de lo que definen. 

No sé porqué existe la palabra maldecir y no biendecir.

Si solo una “i” transforma  bendecir en biendecir ¿Será casualidad?

¡Biendigamos, para ser bendecidos! De qué otra forma podríamos acercarnos a un horizonte esperanzador, desde la letalidad que obtuvimos, cuando adoptamos la fórmula destructiva, hasta para hablar.

Y no es la invitación a pronunciar palabras rebuscadas, que solo un círculo reducido de personas conozcan, o de expresarnos con hipocresía.  Este propósito ha de ser más popular, auténtico y simple, para revertir los efectos rápido.

Para que todos seamos capaces de comprender y participar con dinamismo en el suministro de dosis curativas de perdón, por la vía del amor, la única posible en realidad.

Biendecir, Bienhablar, bienpensar, biensentir, bienactuar, bienvivir, bienser, igual a Bienestar. Resultado: Bendición.

2 comentarios:

  1. Bendecir es sagrado y maldecir, humano.
    También el decir la verdad sería bien decir y el tergiversarla o engañar sería mal decir. Los intereses nos hacer mal decir a menudo. Por eso la maldición es tan humana, tan contraria a lo sagrado. Y se vuelve contra nosotros.

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  2. A diario deterioramos, desde el pensar y el hablar. Somos muy destructivos... y luego culpamos a los otros, negamos a Dios o nos quejamos de la naturaleza. No asumimos responsabilidad alguna.
    Abrazo.

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