Cuando decido caminar para olvidar:
El leproso, me estruja por dentro.
La pordiosera de pies deformes,
que se arrastra suplicando por unas monedas.
Me sacude.
El anciano que carga su revoltijo de recuerdos,
herramientas y cacharros.
Me hace tragar amargo.
Las cicatrices y roña en las manos del niño,
que trabaja rudo, desde más niño.
Me erizan la piel.
La mujer comerciante, a media calle y descalza,
que al sudar hambre, trasluce maltrato,
Me desintegra.
Esos otros invisibles, son los que me perciben,
restituyendo con su sonrisa mi existencia,
al tiempo que me arrebatan lo que quería olvidar.
Regreso bien rapidito, apretando muy bien mi envoltorio,
para contener la náusea, que me provocan los autores,
de esta sociedad perfecta.
Artículos como este le entierran a uno el corazón en piedras y cada verdad duele como un cantazo en pleno pecho.
ResponderBorrarAy! Es que uno no tiene derecho a creer que sufre, cuando no hemos vivido ni un ápice de lo que ellos viven siempre. Y ni se quejan. Si acaso uno trae una que otra telaraña mental, ellos la tumban en un solo vistazo. Soy tan afortunada de que cuando más he estado sufriendo, alguien así ridiculiza mi dolor.
ResponderBorrarAbrazo.