Nuestra omisión

A menudo nos indignamos, como las personas del caso de las tres entradas anteriores, por asuntos que nuestra omisión, falta de cuidado, dedicación, definición o de responsabilidad los generan.

Somos cómodos, queremos que las soluciones vengan a buscarnos. Luego, a veces tenemos esa suerte y la dejamos pasar de largo, porque ni siquiera nos enteramos de que era una oportunidad, o desconfiamos, o decimos: después, mañana... queriendo que se haga la magia o el milagrito por sí solo. 

Queremos oportunidades y están al alcance de la mano y las desaprovechamos. Y quien las sabe aprovechar es envidiado: ¿Por qué él, o ella? decimos.

Nada que valga la pena es fácil. Lograr metas, - no hablo solo de lo material- implica luchar intensamente por ellas. Pues nada nos llega en bandeja de plata. Y estamos solos para lo de fondo, porque cuando hay nueces, nos llenamos de amigos de las nueces y cuando no tenemos nueces, hay que trabajar mucho solos con nuestros demonios internos, para poder interactuar con otros prójimos que no busquen nueces y que también traen su historia.

No es fácil, pero qué linda es la vida... Si me muriera, pediría la oportunidad de volver a vivirla (hasta crees, Sara... jajaja).

Resulta que después de mucho subir y bajar, y sobre todo de mucho perder,  llega un día en que nos entendemos y hasta nos aceptamos y queremos, luego podemos decirnos felices, ya sea solos o acompañados. No me hagan mucho caso, que estoy pensando en voz alta...