Todo había sido destruido. La muerte nos mecía en sus brazos, suspendida en un columpio invisible, el frío nos endurecía.
Caían los sentimientos, en cada vaivén como gotas fraccionadas. El derrumbe se hizo presente y quedamos desalmados, sin color.
En la oscuridad, cuando el mundo perdió el cuerpo, desde las cenizas y el silencio, surgió El Dragón. Una esencia muy elevada, como un despertar a la conciencia.
Sin estruendo, la energía y la fuerza, emanaron de él, mostrándonos lo luminoso de la espiritualidad activa, de lo único.
Nuestros cuerpos volvieron a latir, a contraluz vimos cada pedazo de todos. Los corazones y el latir de nuestras venas. Volvimos a creer.
La muerte confundida, nos soltó. Por instinto nos sujetamos unos a otros, en una cadena sin fin, hasta que la vimos perderse por completo.
Brotó la sed de renacer, sin preocupación visible. El Dragón voló y nosotros lo seguimos, hasta lo más alto, en un sólo trazo de amor incondicional.
Dios recuperó su fe, justo cuando estaba por aceptar, que el libre albedrío había sido un error y pensó: "Dios permita otra oportunidad", y se sintió liberado.
Dios recuperó su fe, justo cuando estaba por aceptar, que el libre albedrío había sido un error y pensó: "Dios permita otra oportunidad", y se sintió liberado.
Veo que también sabes pasar en algunos artículos a la poesía. Es más fácil dejarse llevar por ella que hacer comentarios, casi seguro, desatinados.
ResponderBorrarTus comentarios en realidad han sido muy estimulantes.
BorrarMuchas gracias por ti amabilidad y paciencia,