Se sintió partida, rebasada por la realidad circundante, el odio y la incomprensión ajenos la sometieron, entre muros de silencio y desprecio.
Con humildad bajó la mirada y fortaleció su alma, con la velocidad de un caballo se alejó de las miradas, segura de su valor y de su espacio justo.
Esquivó confrontaciones y se enfiló sobre escarcha, sin fomentar ningún propósito propio, ante la decadencia circundante.
Ató a su cintura una bolsa de deseos, para no ostentar y atraer con ello nuevos enemigos, manteniéndose firme desde su soledad.
Mantuvo su paso por el centro, sin desviarse. Tranquila, con apariencia indolente, sin buscar destacarse por sus obras.
En esa marcha escapó del torbellino mundanal, segura de que la actividad en sí misma, la enlazaba con la naturaleza.
Pudo madurar en silencio, sin retroceder, sin odios ni favores que enturbiaran su pureza, obediente a los señalamientos del destino.
Su paciente entrega le gratificó con todas las formas, superficies y magnitudes soñadas al partir, cristalizando con su figura la esperanza de otros.
Estos contrastes, en la cosas que escribes, dicen cosas sobre un alma inquieta. A veces, un torrente, otras, un bálsamo. En este caso me gusta la serenidad que trasmites porque la serenidad es una de las aves más asustadizas que conozco.
ResponderBorrarEs que la vida es un contraste continuo.
Borrar"La serenidad es una de las aves más asustadizas que conozco"
De gran belleza esa frase.
Feliz domingo.