Su fuerza es invisible en la paz, pero está disponible en todo momento, como fuente de poder.
En la disciplina y la obediencia, se asienta su organización, a través del entusiasmo que despierte su jefe.
A la guerra debe recurrirse, cuando ya no hay otro remedio posible, pues acarrea daños y devastación.
Al iniciar una empresa bélica, debe existir una causa justa y convincente, el orden debe ser perfecto.
Sin un buen jefe el orden no es posible, sabrá enfrentar a su enemigo y retirarse a tiempo si es más fuerte que él.
Así evitará la disolución y la derrota, pues no se puede librar, cueste lo que cueste, un combate sin esperanza de éxito.
Hay animales salvajes depredándonos, por eso se justifica la perseverancia, de la lucha enérgica y la punición.
Pero el combate ha de seguir ciertas reglas, no convertirse en un turbulento caos, en que cada quien se defiende como puede.
Muy razonable. Pero si algo aprendí en el ejército es que la guerra es caos. Y ahí es muy difícil discernir las cosas. Cuando intervienen ejércitos hay ocasiones en que todo es confuso y es muy difícil actuar con mesura.
ResponderBorrarLa guerra es mala para todas las partes.
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