Un payaso advenedizo, sin título
legal ni jurídico para tal acción, se proclamó emperador de uno de los lugares
más curiosos de un país excesivamente rico, en donde por cientos de años se habían
admitido personajes como él; aunque un
poco menos ignorantes, crueles y tiranos.
El rey del mundo, se alegró, los acaudalados se alegraron, los emperadores de veintitantas regiones se alegraron, los maleantes se alegraron, los ignaros se alegraron, los menesterosos se alegraron.
Las últimas dos fracciones en poquitos meses lo odiaron, pero unos sumisos y otros ladinos, en las constantes ceremonias, le seguían alabando y rindiendo pleitesía, ante los invitados especiales de las otras comarcas, en que se ostentaban todos los lujos imaginables.
El emperador y sus amigos, los demás emperadores, urdían la manera de reinstalar el poderío total de la monarquía infinita, que había sido abolida recientemente, después de intensas lides. Periodo en que se llevó a cabo la mayor excentricidad registrada: Pintar de color rojo todos los lugares más curiosos; rojo bermejo, carmesí, bermellón, grana, fucsia, tinto, hematíe...
Aquel lugar curioso, antes mayormente gris y café, árido, industrial y productivo, empezó a sobresalir en los buenos escaparates, por sus árboles, edificios, casas, calles y ríos en las calles… en fin: personas, animales y cosas rojos. Rojo por allá, rojo por más acullá, rojo por todas partes. Un rojo que de tan brillante y permanente, empezó a calar: los ojos, la mente, el corazón, el ser completo.
Se supo hasta en las legiones más distantes. De boca en boca, también llegaban de esas otras tierras, a llevarse testimonios y fotografías de ese lugar tan irreal y exótico, para mostrarlo a quienes no pudieran dar crédito a algo así. Creyeron que tal irrealidad no debía mantenerse. De inmediato se enteraron en el mundo y hasta en otras galaxias.
El emperador exuberante, ordenó pronto la realización de saraos, festines y comilonas, con mensajeros, representantes y todo tipo de personalidades destacadas e influyentes, nacionales, extranjeras y extraterrestres, para hacer recorridos por todo su señorío y repartir preciados obsequios o firmar jugosos contratos de compra venta, de reventa, de import-export, con finura y condescendencia, que todos recibían con gran emoción y beneplácito.
Conforme repartía los tesoros, de aquél sitio curioso, los árboles, las calles, los perros, los gatos, la gente nativa, las palabras, se fueron decolorando y perdiendo su rojo brillante. Mientras los visitantes acariciaban sus obsequios, absolutamente todo iba surgiendo a su paso de un color rosa sutil y delicado.
El café y el gris, quedaron de fondo para siempre, algo más desoladores. El rojo nadie lo recuerda, nadie lo vio, nadie lo olió, nadie lo temió. El lugar curioso y ya famoso por tan curioso… curiosamente luce desde el mismo momento de la orden: "¡solo paisajitos rosas!". Rosa tenue, rosa calmo, rosa silencio, rosa soledad, rosa: ficción, imposición y alienación.
El payaso ahora es reconocido como mago adorado, cargo que perfeccionará a tope, para sentarse juntito al emperador máximo, también color de rosa, ante las bocas abiertas y rosas de todos los lacayos y súbditos, estupefactamente rosas.
Me asomo a la ventana para disipar mi preocupación, por ver mis manos, que se me han ido coloreando de rosa mientras termino este cuentito y veo pasar a esta niña, rumbo al destino comprado. Voy por acetona o lo que sea necesario, antes de que el espejo me grite: ¡Rosa, rosa, tú también estás bien rosa! No quiero escucharlo con su tono burlón de los últimos días.
El rey del mundo, se alegró, los acaudalados se alegraron, los emperadores de veintitantas regiones se alegraron, los maleantes se alegraron, los ignaros se alegraron, los menesterosos se alegraron.
Las últimas dos fracciones en poquitos meses lo odiaron, pero unos sumisos y otros ladinos, en las constantes ceremonias, le seguían alabando y rindiendo pleitesía, ante los invitados especiales de las otras comarcas, en que se ostentaban todos los lujos imaginables.
El emperador y sus amigos, los demás emperadores, urdían la manera de reinstalar el poderío total de la monarquía infinita, que había sido abolida recientemente, después de intensas lides. Periodo en que se llevó a cabo la mayor excentricidad registrada: Pintar de color rojo todos los lugares más curiosos; rojo bermejo, carmesí, bermellón, grana, fucsia, tinto, hematíe...
Aquel lugar curioso, antes mayormente gris y café, árido, industrial y productivo, empezó a sobresalir en los buenos escaparates, por sus árboles, edificios, casas, calles y ríos en las calles… en fin: personas, animales y cosas rojos. Rojo por allá, rojo por más acullá, rojo por todas partes. Un rojo que de tan brillante y permanente, empezó a calar: los ojos, la mente, el corazón, el ser completo.
Se supo hasta en las legiones más distantes. De boca en boca, también llegaban de esas otras tierras, a llevarse testimonios y fotografías de ese lugar tan irreal y exótico, para mostrarlo a quienes no pudieran dar crédito a algo así. Creyeron que tal irrealidad no debía mantenerse. De inmediato se enteraron en el mundo y hasta en otras galaxias.
El emperador exuberante, ordenó pronto la realización de saraos, festines y comilonas, con mensajeros, representantes y todo tipo de personalidades destacadas e influyentes, nacionales, extranjeras y extraterrestres, para hacer recorridos por todo su señorío y repartir preciados obsequios o firmar jugosos contratos de compra venta, de reventa, de import-export, con finura y condescendencia, que todos recibían con gran emoción y beneplácito.
Conforme repartía los tesoros, de aquél sitio curioso, los árboles, las calles, los perros, los gatos, la gente nativa, las palabras, se fueron decolorando y perdiendo su rojo brillante. Mientras los visitantes acariciaban sus obsequios, absolutamente todo iba surgiendo a su paso de un color rosa sutil y delicado.
El café y el gris, quedaron de fondo para siempre, algo más desoladores. El rojo nadie lo recuerda, nadie lo vio, nadie lo olió, nadie lo temió. El lugar curioso y ya famoso por tan curioso… curiosamente luce desde el mismo momento de la orden: "¡solo paisajitos rosas!". Rosa tenue, rosa calmo, rosa silencio, rosa soledad, rosa: ficción, imposición y alienación.
El payaso ahora es reconocido como mago adorado, cargo que perfeccionará a tope, para sentarse juntito al emperador máximo, también color de rosa, ante las bocas abiertas y rosas de todos los lacayos y súbditos, estupefactamente rosas.
Me asomo a la ventana para disipar mi preocupación, por ver mis manos, que se me han ido coloreando de rosa mientras termino este cuentito y veo pasar a esta niña, rumbo al destino comprado. Voy por acetona o lo que sea necesario, antes de que el espejo me grite: ¡Rosa, rosa, tú también estás bien rosa! No quiero escucharlo con su tono burlón de los últimos días.
Imagenes Faleroni |
* Espero no haberlos agobiado con tanta inocencia de mi cuento infantil y rosa de hoy. Es cuento. Te prometí un cuento rosa, Mariluz.
Tierno cuento y te acompaño porque también corro riesgo de quedarme rosa, y no se que dirán mis vecinos.
ResponderBorrarUn besote.
Cecy: Jajaja, que divertido comentario. Gracias. Recibe un besote también.
BorrarMe ha parecido un cuento que roza la genialidad, y te lo digo muy en serio: ¡es brillante!. No se si queriendo (que seguro que sí) haces una metáfora edulcorada a los entendimientos adormecidos pero contundente y poderosamente brutal a los que miran más allá de las palabras, de un mundo tan real como el que vivimos (y me refiero al mal llamado "primer mundo"), donde muchos están encandilados, primero por el rojo de lo superfluo e inútil, luego con el rosa del sueño (por no decir pesadilla) de unas vidas sin máculas. Y todos ellos gobernados por “payasos advenedizos, emperadores de los lugares más curiosos de países excesivamente ricos”.
ResponderBorrarUn gran abrazo.
Ibso
Hola Ibso, que interpretación tan maravillosa le has dado, muy universal Mira que tal si me lo creo. Me honras mucho. ¡GRACIAS! Puede que si vaya más o menos por ahí. Otro gran abrazo para ti.
BorrarMe encantó!
ResponderBorrarAda,
BorrarGracias! un abrazo.
La imaginación al poder, muy original el cuento y que cada uno se lo aplique como pueda o sepa, un saludo.
ResponderBorrarMamé, me encanta lo práctico y objetivo que eres. Gracias por tu comentario.
BorrarSaludos.
Cuando todo se vuelve de color de rosa, cuando sólo vemos un mundo lleno de fantasía, todo siempre es más llevadero y soñado, aunque al abrir las puertas de la realidad muchos de nuestros sueños se han convertido en pesadilla.
ResponderBorrarEl Gran Hermano se ha disfrazado de El Principito para crear Un Mundo Féliz.
Magnífico cuento Sara, enhorabuena. Tambien lo digo en serio.
José Vicente, que maravilloso que te gustara, me pones contenta. ¡No exageres! no me des tanto vuelo, jajaja.
BorrarUn beso.
miles de gracias mi querida amiga y admirada escritora por regalarnos tan bello y tierno cuento, muchos besinos de esta amiga que le encanta el color rosa pues es el color de los sueños.
ResponderBorrarOzna-Ozna, Tierno tierno, rosa rosa amiga linda y ensoñadora.
BorrarBesitos.
Eres buena para dejarme pensando, muy buena.
ResponderBorrarTanto matices en tu relato: ¿Avance o retroceso? ¿Revolución o dictadura?
Gracias por activar mis neuronas.
Roymel, ¡GRACIAS! jajaja. Un beso desde la tierra de Villa.
ResponderBorrarP.D. Lucha ¡eh!, no vayas a creer que Pancho.
Maravilla de relato. Una metáfora bien definida de nuestro mundo hipócrita y desvaído (unos pueblos ciertamente sin fronteras, porque sucumben del mismo mal). Magníficamente enlazado con la denuncia de ayer, querida Sara. Me descubro ante ti y tu fina ironía. Ciertamente has cumplido tu promesa :)
ResponderBorrarcuatro abrazos
Duele mucho ver de un color diferente lo que se ve.
ResponderBorrarGracias por tus 4 abrazos, te correspondo.
Precioso relato, irónica metáfora...... Eres brillante escribiendo y tu corazón tiene que ser muy limpio. Besos.
ResponderBorrarCampanilla, no te creas, todos los días me crece mala hierba en el corazón, tengo que estarlo limpiando constantemente.
ResponderBorrarBesos.